miércoles, 11 de junio de 2008


“Acaso las ruinas nos sirvan para entender un lenguaje que una vez hablamos pero que ya había sido olvidado”
Se celebró el funeral de las máscaras
hoy, día doce, a las nueve
cuando del banquete del día anterior
no quedaban ni los restos.

Y hubo mucho llanto y rechinar de dientes
hasta que cada una de ellas fue puesta bajo tierra para siempre.

No hubo velatorio para las máscaras
no hubo palabras de condolencia
sólo un silencio asustado
como un niño perdido en el bosque.

El día fue muriendo lentamente
la noche cayó sobre rostros desnudos
nadie existía ya a la mañana siguiente.
EL HOMBRE MÁS SABIO DEL MUNDO

El Viajero quería conocer al hombre más sabio del mundo. Para ello, hubo de recoger alforjas y lanzarse al ancho mundo a rampar colinas y atravesar misteriosos corazones de bosque y hablar con gentes de cuya existencia no había constancia y visitar a grandes reyes en sus castillos y a antiquísimos ermitaños que tejían la paciencia de la araña en el interior de las grutas.

Habló con ellos y con otros muchos durante años, preguntó a las montañas eternas y a los mares tranquilos, lloró de frustración y gritó de miedo, languideció de amor y tembló de ira, pero al cabo de un largo, larguísimo tiempo regresó a su tierra natal. Y en el camino de vuelta, encontró a un paisano que lo había visto nacer y era el único superviviente que quedaba de sus primeros tiempos. Se miraron profundamente, como sólo pueden hacerlo dos ancianos que nada pueden perder ya. Y el paisano le preguntó al Viajero:

"-¿Has encontrado lo que buscabas?"
"- Sí"- respondió el Viajero.
- "¿Y entonces?. ¿Quién es el hombre más sabio del mundo?".
- "Yo".