sábado, 25 de agosto de 2007

Los muñecos rotos

Unos muñecos con labios color de azufre.

Mis muñecos rotos, flores de un desván imaginario que nadie recuerda ya, monstruos pequeños con hambre de plástico, mis hermanos, mis hijos. Únicos amigos verdaderos.

Desde los rincones de su destierro devanan el hilo de mi existencia, Parcas de sonrisa inmutable, pupilas como canicas. Observan. Intuyen. Leen un libro que nadie abrió jamás. Combaten contra la cordura y su combate es inmemorial.

El demonio se ríe a través de los ojos de los muñecos rotos.

Historia de una Ondina




Existía un estanque en el jardín de la casa de mi abuela en el que un día avisté una Ondina.
Navegaba entre los nenúfares como un hada fantasmagórica y cubierta de musgo, un navío vegetal en medio de un océano en miniatura. A veces, una reverberación del sol hería la superficie del agua y podía verse un vislumbre de aquella forma indeterminada, ágil e huidiza, demasiado grande para ser una ranita y demasiado pequeña para ser un pez.
Se escondía si trataba de cogerla y no tomó del pan que desmigajé en el estanque con la esperanza de atraerla a la superficie. Mientras vivió allí, nunca conseguí verla del todo; tan sólo una ráfaga de sombra que podía ser una culebra, o un renacuajo o cualquier criatura que pueda habitar en el mundo suspendido del agua muerta.
Cuando drenaron el estanque para limpiar el fondo, sólo había guijarros y musgo, restos de nenúfares ya marchitos quien sabe cuándo y una diminuta, extraña aleta transparente cuyo origen nadie pudo dilucidar.
Veinte años después, cuando de mis abuelos y de aquel jardín no quedan más que los recuerdos y estas palabras que escribo ahora, ya sé que las Ondinas no existen. Y sin embargo, a veces me pregunto si los niños interpretan las señales de una manera que los adultos hemos olvidado y acaso las cosas que creemos que no son reales sólo lo son cuando somos niños. Y quién dice que la Ondina no se olvidase su aleta el día que drenaron el estanque y que no habrá de aparecer para recuperarla cuando vuelva a creer en ella.

lunes, 13 de agosto de 2007

Harry Potter y las reliquias de la muerte



Cerramos ciclo con el último de Harry Potter, en torno al cual la cuestión más candente es si hay óbito o no hay óbito del atribulado protagonista. Mientras avanzamos, página tras página, a través de este entretenidísimo artefacto mágico, nos encontraremos con multitud de incógnitas despejadas, amoríos resueltos, viejos y nuevos compañeros de viaje, nuevos objetos poderosos y esas pinceladas de humor que J.K. Rowling no olvida ni en vísperas de la batalla final. Todo discurre por conocidos cauces y ni las sorpresas resultan ser muy sorprendentes ni los momentos decisivos muy distinos de otras escenas en los anteriores libros. El lector que disfrute de la peculiar alquimia de Rowling -humor, hechizos, aventura clásica y misterio esotérico- celebrará cada momento de la novela. Los que no se hayan sentido seducidos por el mago adolescente, tampoco lo harán ahora.
El mundo de Harry Potter se cierra con un movimiento de varita que puede o no ser definitivo. El tiempo dirá.

martes, 7 de agosto de 2007

La serpiente Uróboros- E.R. Eddison



Un rey Brujo cuya vida y muerte es la Serpiente Uroboros; una escalada extrema por picos helados, un huevo misterioso, una guerra infinita, una traición, un héroe perdido, una reina-diosa en lo alto de una montaña...
Nunca sabremos ya si, cuando Eddison hablaba de Mercurio en su novela, se refería a un mundo o a un planeta. No tiene importancia. Las homéricas gestas de los Demonios en su encarnizada guerra contra los Brujos, tienen el aura de las grandes leyendas de antaño. Quizás sea este hijo espiritual de lord Dunsany el último bardo que ha dado la literatura de Fantasía. Escribe con prosa recargada, opiácea, maravillosa.
Cuando acabamos el libro, han transcurrido unos días, pero en realidad, aunque todavía no lo sepamos hemos recorrido eones.

jueves, 2 de agosto de 2007



En los momentos en que aquello en lo que piensas se convierte en aquello en lo que sueñas, creo en el misterio y en que el misterio existe. No el misterio de compraventa de las novelas y las películas, ni los misterios extrasensoriales, ni los misterios espiritistas. Creo en los misterios pequeños, los que hacen volar la imaginación hasta una estratosfera no concebida por los dioses que conocemos sino por los que desearíamos conocer.


Ellos me arropan cuando me siento triste porque cuando todo se vuelve prosaico, rutinario, limitado, me devuelven los restos del naufragio de ese barco de leyenda llamado infancia.

Muñecos tristes


Cuando los muñecos están tristes, creen que los demás también deberían estarlo. Sería un acto de empatía cósmica que acabaría arrastrando consigo los males del mundo como un río muy denso surgido desde el mismo corazón de todas las tristezas que han existido, las antiguas como altares de piedra o las nacidas ayer.


Se unirían a ellos las criaturas de debajo de la tierra o las que la sobrevuelan, porque no podrían soportar el aire o el subterráneo embebidos de lluvia y quizás los seres inexistentes, los monstruos deprimidos que se crearon en los siglos del miedo.


Si hubiera un dios entonces y les viera tan tristes quizás se dignara a tender una mano gigantesca sobre los hombros pequeños de sus creaciones, que no se enterarían. Y el dios que está por encima del dios seguiría su partida de ajedrez con algún aburrido caballero muerto, sin duda hastiado de los caprichos del universo.


Luego, todo volvería a su sitio: los gusanos subterráneos, los minotauros o los elfos, los grandes pájaros, los seres humanos, dejarían de lamentarse y el gran río se secaría. Pero los muñecos seguirían estando tristes y además, muy solos

El Osario de Sedlec


La Realidad no sólo supera a la Ficción en ocasiones; a veces, se convierte en Ficción.



El cristianismo, cimentado sobre las miasmas de la muerte y carente de sentido sin ella, es el argumento, autor y obra de las más bellas y mórbidas obras de arte en torno al culto de los difuntos.

Pero los laberintos de las catacumbas, la capilla de San Severo y sus cadáveres petrificados, las inquietantes estatuas del Père Lachaise o las reliquias orgánicas de los santos no se pueden comparar al osario de Sedlec. Porque esta obra maestra de lo macabro no es sino una capilla enteramente decorada con los restos mortales de más de 40.000 personas. Hay un escudo de armas óseo, custodias hechas de huesos, ornamentaciones tales como guirnaldas y pináculos y por último, una impresionante lámpara de araña esquelética.


¿Que dirían las 40.000 almas allí recogidas de ver sus huesos dispuesto en artísticas combinaciones?


En todo caso, nunca el peso de la vida mortal se expresó con tanta contundencia.

miércoles, 1 de agosto de 2007

Una botella con una bailarina dentro que gira y hace música. Una charca llena de renacuajos que se secó un día. El Observatorio en el que nunca entré. Un beso inesperado de un desconocido. Un muñeco de peluche olvidado en la parte trasera de un taxi. Una cría de tiburón encerrada en un frasco de cristal. El amanecer en el desierto.

El sol poniéndose en el Coliseo o en la dentadura verde de los Cárpatos. Un montón de conversaciones a las tantas de la madrugada. El recuerdo de la música transformándose a medianoche. Un demente que temía a los espejos. Millones de ojos en miniatura dibujados en los márgenes de los cuadernos.

Un cuento sobre unicornios y otro sobre la Esfinge. La primera página del primer libro. Sus ojos tristes, la primera vez. El mar.Un viaje por la tierra natal. Un sueño sobre pájaros gigantes en una torre encantada. El sabor de la propia sangre. La infinita paciencia. La compulsión terrible. Un laberinto plateado de babas de caracol en el jardín salvaje. Muchas horas perdidas y muchas horas ganadas. Un bosque de pinos desaparecido para siempre. Los lobos, a medianoche. Y los libros.Todas estas cosas son las que me llevaré conmigo cuando muera.

Un día, el cielo se puso rojo y entonces supimos que era el fin del mundo. Nos sentamos en la terraza, con las piernas cruzadas, a comer ganchitos mientras admirábamos el bello espectáculo del fin.
Fuimos felices durante las horas en las que se maceró la Tierra; la inminencia del apocalipsis nos hizo sentir como cuando cometíamos una barbaridad de pequeños y sabíamos que nuestros padres se ocuparían de arreglarlo todo por nosotros. Las cuitas del pasado no importaban, porque el pasado era la semilla del futuro y el futuro ya no existía. Nada se escribiría ya. Cien años más tarde se escucharía apenas el rumor de las ratas entre las ruinas de lo que fue nuestro mundo.
Recuerdo que hablamos por última vez.
¿Habrá una caja negra planetaria?


PEQUEÑO, GRANDE-JOHN CROWLEY

Una historia extraordinaria, un delirio lleno de maravilla.

Existen varias historias-río, que circulan hacia el pasado, hacia el futuro, forman meandros y afluentes sobre el entramado de sucesos invisibles de cuyo eco sólo tendremos una impresión, parecida al crujido de una hoja seca cuando un pie diminuto la pisa...

Auténtica novela (no cuento) de hadas para adultos, "Pequeño, grande" es una historia circular que empieza donde acaba -como nuestra Serpiente- y a su vez, está compuesta de círculos o capas hasta reducirse y reproducirse en un bucle infinito

Conclusión: John Crowley es el Escher de la literatura de Fantasía.





"La fantasía no es otra cosa que un modo de memoria emancipado del orden del
tiempo" (Samuel Taylor Coleridge)