sábado, 25 de octubre de 2008

Un consejo para aquellos que sueñan con serpientes.

Do nothing. Be still. Rest in the arms of the dragon. Dream...



jueves, 14 de agosto de 2008

Un sauce

He revisado los cuadernos de la niñez y ahí estabas tú, en todas mis historias y en todos los poemas que escribía entonces. Te transmuté en sauce por no decir tu nombre. Había algo en tí...una flexibilidad misteriosa, una inclinación de viento sobre lejanas riberas. Me pregunto quién serías realmente. De dónde vendrías.

Han pasado muchos años, muchos recuerdos, muchas personas a los que he olvidado. Pero tú, a quien deseé siempre y no quise nunca, permaneces en mi memoria. Cuando se produce una nueva despedida, siempre regreso a tu recuerdo como un explorador a un mapa que aún no ha conquistado. Preguntádome que hubiera sido si...

Pero en realidad no quiero. Y odio los jodidos sauces.

miércoles, 11 de junio de 2008


“Acaso las ruinas nos sirvan para entender un lenguaje que una vez hablamos pero que ya había sido olvidado”
Se celebró el funeral de las máscaras
hoy, día doce, a las nueve
cuando del banquete del día anterior
no quedaban ni los restos.

Y hubo mucho llanto y rechinar de dientes
hasta que cada una de ellas fue puesta bajo tierra para siempre.

No hubo velatorio para las máscaras
no hubo palabras de condolencia
sólo un silencio asustado
como un niño perdido en el bosque.

El día fue muriendo lentamente
la noche cayó sobre rostros desnudos
nadie existía ya a la mañana siguiente.
EL HOMBRE MÁS SABIO DEL MUNDO

El Viajero quería conocer al hombre más sabio del mundo. Para ello, hubo de recoger alforjas y lanzarse al ancho mundo a rampar colinas y atravesar misteriosos corazones de bosque y hablar con gentes de cuya existencia no había constancia y visitar a grandes reyes en sus castillos y a antiquísimos ermitaños que tejían la paciencia de la araña en el interior de las grutas.

Habló con ellos y con otros muchos durante años, preguntó a las montañas eternas y a los mares tranquilos, lloró de frustración y gritó de miedo, languideció de amor y tembló de ira, pero al cabo de un largo, larguísimo tiempo regresó a su tierra natal. Y en el camino de vuelta, encontró a un paisano que lo había visto nacer y era el único superviviente que quedaba de sus primeros tiempos. Se miraron profundamente, como sólo pueden hacerlo dos ancianos que nada pueden perder ya. Y el paisano le preguntó al Viajero:

"-¿Has encontrado lo que buscabas?"
"- Sí"- respondió el Viajero.
- "¿Y entonces?. ¿Quién es el hombre más sabio del mundo?".
- "Yo".

martes, 10 de junio de 2008





El "Palais Ideal" es la cacofonía hecha arquitectura, el sueño de la locura convertido en arena y piedra y fósil por unas manos que quizás una vez habitaron en otro lugar, en otro tiempo y trajeron consigo los recuerdos atávicos de ese palacio sin nombre que ilustra el mar remoto de todos los subconscientes.

Él era un cartero francés llamado Ferdinand Cheval y suyo es este Palacio Ideal, improbable simbiosis entre pirámide, castillo, templo oriental o arboleda druídica, tan bello y demencial como las nostalgias feéricas que lo inspiraron
.
Permanece escondido y casi ignoto en un rincón de los Alpes, al contrario que la obra de su hermano espiritual, Gaudí. Pero su laberíntica belleza permanece incólume, al igual que las palabras que a ella dedicó su propio arquitecto:


"¿Qué hacer caminando eternamente a través del mismo decorado, a menos que uno sueñe? Yo soñaba. Para distraer mis pensamientos construía en sueños un palacio de hadas... con grutas, torres, jardines, castillos, museos y esculturas."

Instrucciones para poseer un desván

1- El desván debe estar lleno de polvo. Las cosas no se ven igual si se miran a través de una neblina perpetua.
2- El desván debe estar lleno de baúles, cajones, cajitas, armarios, estantes y arquetas llenas de objetos con poderes mágicos.
3- El desván debe, obligatoriamente, tener libros antiguos de los que el resto del mundo nada recuerda.
4- El desván nunca debe ser visitado por más de una persona.
5- La única música que puede sonar en un desván procederá de un gramófono antiguo que se detenga en los surcos como la tos de un asmático.
6- El desván debe ser un lugar invisible para aquellos que carezcan de fe en lo misterioso.
7- El desván puede convertirse en un teatro, en un barco o en una taberna medieval, pero nunca dejará de volver a su forma originaria una vez acaben los juegos.
8- El desván debe ser el refugio último de una soledad eterna.
9- El desván no debe albergar realidad alguna.
10-El desván sólo pertenece a su dueño: una vez éste muera, el desván desaparecerá para siempre.

viernes, 28 de marzo de 2008

Historia de los colores ciegos



Érase una vez una niña ciega que soñaba con colores que no existían y los pintaba en las caras rugosas de los árboles. Todos los caminos por los que ella había transitado alguna vez tenían el carácter alucinado de un pasadizo fantástico, un imposible viaje de tonalidades que dolían en los ojos de aquellos que sí veían. La niña-sombra, dejaba su rastro tras de sí como una mariposa demente, pero nadie podía seguirla, porque el dolor que provocaban sus colores les dejaba temporalmente ciegos.
En la Corte había un pintor muy reputado que mantenía una intensa rivalidad con un joven genio, al que el rey había distinguido como favorito por lo innovador de sus trazos. Un buen día, conoció a un noble viajero, que le contó de la historia de la niña que pintaba colores que todavía no se habían inventado.
Intrigado por estas palabras, el pintor viajó hacia las campiñas del Norte, a la encrucijada de caminos en la que empezaban los primeros árboles marcados. La noche se le echó encima y se quedó dormido antes de ver los colores.Sus sueños, marcados por el azul pavorreal, el rojo incendiado, el amarillo-oro y el violeta atardecer se devanaron como madejas en los instersticios de su memoria más íntima: mientras tanto, los colores inexistentes del árbol bajo el cual se había tendido, se derramaron como un perfume encima de su cabeza y se mezclaron.
Cuando despertó, pudo mirar al árbol sin dolor, pues sus ojos habían cambiado y se admiró mucho y quiso apropiarse de los colores.Siguió el rastro de la niña-sombra por el Bosque de Vhal, siguiendo el curso de los árboles pintados hasta llegar a la raíz gigante donde moraba. Pudo verla porque ella no le veía: estaba mezclando nuevos colores, cuya mera visión bastaba para maravillar al artista más avezado y él deseó tenerlos y que todo el mundo supiese que fueron suyos.

La estranguló en su propia casa: el mísero cadáver infantil quedó enhebrado en las raíces del gran árbol-casa y allí se habría de consumir por los siglos de los siglos.

El pintor regresó a la Corte y pintó con los nuevos colores, revelados a los ojos de los demás por medio de complicados artificios artísticos. Pero entonces se dio cuenta de que ya no eran los mismos colores, porque el veneno de sus sueños se había deslizado entre ellos y había más azul y más rojo y más amarillo cada vez y él iba perdiendo los colores extraños, hasta el punto en que se mofaban de él por comportarse como un demente.

Cuando regresó a la antigua raíz donde la niña había sido abandonada encontró su cuerpo estrechamente fundido con el árbol, derramando las esencias de sus colores de ciega. Allí estaban todos los que ella había soñado alguna vez, algunos terribles, otros hermosos y violentos, los demás apacibles como un niño dormido. Él los miró a todos; todos le miraron a él.Y quedó ciego.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Apareció en el umbral de la cocina. El raído oso de peluche como escudo protector. Con sus ojos enormes sostenidos en unas botas demasiado grandes para ella. Me asustó. Me asustarón sus ojos, su forma de gritar desesperados. Su inquietante espera me asustó. Quise apartar la mirada, inútil, era ya su prisionero. Quise correr hacia ella, inútil, no era ya dueño de mi cuerpo.
Todos sus años de angustias, los horrores que ahuyentaron el color de su vida. Las noches desveladas, las horas eternas, agazapada, esperando no oir el ruido. Muy quieta en su cama, sin provocar ningún sonido, atrayendo al silencio.
Y sus despertares ausentes de toda memoria, y el no mirar nunca hacia atras, y olvidar, siempre olvidar.
Todo por esquivar el miedo.
Todo lo hizo mio. Y ya no fuí joven ni ingenuo.
Y mi pena, se hizo eterna.

jueves, 8 de noviembre de 2007

Pulgarcito en Lilliput




Pulgarcito vive bajo un cielo de suelas en la gran ciudad. Aunque es famoso y la gente le conoce y tiene mucho cuidado de no pisarlo, está claro que la existencia de Pulgarcito ha de ser por fuerza un constante esquivar y esconder que agotaría las fuerzas de alguien que no hubiese sobrevivido a tantas aventuras célebres. Pero Pulgarcito sueña con otras cosas, otros lugares donde no haya grandes manos, ni grandes zapatos, lugares en los que una gota de agua no suponga un peligro de muerte. "Un mundo de mi tamaño", piensa Pulgarcito. Y un día, oye hablar de Lilliput y de Gulliver y de un señor llamado Swift.

Entusiasmado, Pulgarcito toma su mochila hecha con piel de guisante y un pétalo a modo de visera y se lanza a la aventura como un De la Quadra Salcedo en versión microscópica. Recorre irisados océanos de gasolina, frondosos bosques de musgo, inmensos desiertos de asfalto y supera el miedo a lo desconocido, la inanición, el cansancio y el desaliento hasta alcanzar el bello reino de Lilliput. Allí, le reciben como un igual y por primera vez, Pulgarcito empieza a vivir en un mundo de su tamaño.

Y sin embargo, Pulgarcito no duerme por las noches.

Porque, de pronto ya no es un ser extraordinario ni una maravillosa rareza. Pulgarcito es uno más de los lilliputienses y la rutina ya no es un emocionante carrusel de zapatos gigantes ni de indomables bigotes. La rutina está hecha a medida de Pulgarcito y sus congéneres y es un tostón.

Vamos que, Pulgarcito se aburre como una ostra en Lilliput.

Un día, se despide de todos, toma su mochila hecha con piel de guisante y un pétalo a modo de visera y vuelve a cruzar los irisados océanos de gasolina, frondosos bosques de musgo, inmensos desiertos de asfalto, hasta llegar a la ciudad, en la que no es recibido como un igual, sino como a la insólita criatura que en realidad es fuera de Lilliput. Y Pulgarcito recupera el sueño perdido al descubrir que, en el fondo, prefiere ser diferente.