Unos muñecos con labios color de azufre.
Mis muñecos rotos, flores de un desván imaginario que nadie recuerda ya, monstruos pequeños con hambre de plástico, mis hermanos, mis hijos. Únicos amigos verdaderos.
Desde los rincones de su destierro devanan el hilo de mi existencia, Parcas de sonrisa inmutable, pupilas como canicas. Observan. Intuyen. Leen un libro que nadie abrió jamás. Combaten contra la cordura y su combate es inmemorial.
El demonio se ríe a través de los ojos de los muñecos rotos.
1 comentario:
Los muñecos se amontonaban en el gran baúl del desván. Luchaban silenciosamente por un poco de espacio, por intentar asomar en la superficie y ser vistos. El tiempo seguía pasando y el polvo acumulándose sobre los muñecos.
A lo lejos, el baúl de los muñecos rotos seguía en el olvido del desván.
pdvil7es
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